Sexualidad y paradojas

Sexualidad y paradojas

Conciencia Latinoamericana,
Vol. VII, Nº 4, Octubre - Diciembre, 1995, Uruguay
http://www.geocities.com/catolicas/conciencia/dic99/art2.html

Carlos Calvo Muñoz
Universidad de La Serena, Chile
carlosmcalvom@gmail.com


Si la educación es el proceso de creación de relaciones posibles y si la escolarización es el proceso de repetición de relaciones preestablecidas, entonces debemos optar entre educar o escolarizar la sexualidad.

Como una manera de desescolarizar a la escuela, que se ha extraviado en el mundo de la formalidad perdiendo su potencialidad sinérgica educativa, propongo la vía de la educación de y con la sexualidad, antes que el camino de la escolarización de la sexualidad, que se encasilla en modelos estereotipados al pretender educarnos sobre ella. No obstante, cualquier alternativa genera conflictos, puesto que la vida es de suyo paradójica; sin embargo, las consecuencias de ellas son distintas y, de ninguna manera, despreciables.

La sexualidad es expresión amorosa de la tensión entre el encuentro y el desencuentro permanente entre las personas, no por causa de discusión o lucha, sino por el simple devenir del vivir. Es tensión lúdica, gratuita en el diálogo y expectante del gozo íntimo, inefable en la incertidumbre del devenir. La sexualidad es exploración sorprendente de parajes vírgenes en la historia de la pareja; lo antiguo se vuelve inédito y refuerza lazos.

Entre la cartografía y la vida

La sexualidad es paradójica; siempre en tensión entre el placer propio y el placer ajeno; entre la vida y la muerte; entre el encuentro y el desencuentro; entre la creación y la conservación. Para lograr el placer propio hay que buscar el placer ajeno. En la búsqueda del otro, en la entrega, en el olvido de sí, se encuentra uno mismo.

La sexualidad es abandono de la racionalidad en el abandono en la sensualidad. Es creadora de eternidades y paraísos. Es pudorosa en la entrega y en el descubrimiento; nos convierte en templos de encuentro, respetuosos, amorosos, cuidadosos, delicados pero fuertes en el abrazo; ardientes en el calor; impetuosos en la creación; es como un río torrentoso que descansa en los remansos, para continuar bajando gozoso hacia las profundidades del misterio. El pudor cuida la intimidad del otro; la convierte en regalo infinito, dialógico; desaparece la distinción entre lo público y lo privado. Es inocente y no ingenua.

Cuando la sexualidad es ingenua se cae en el ámbito de la simulación; se diseñan mapas, estrategias y técnicas, que disfrazan el territorio de la sexualidad. La sexualidad se convierte en peligrosa y se vuelve necesario cuidar de sus riesgos a los desvalidos. Los cartógrafos de la sexualidad diseñan sus mapas, advirtiendo de los peligros que acechan, olvidando casi todos los gozos ofrecidos, y aconsejando seguir sus estrategias y técnicas, que garantizan éxito en todo, menos en la comunicación dialógica y enriquecedora. Sobran los cartógrafos que diseñan los mapas de la sexualidad; los estrategas que definen los modos y técnicas de acercamiento a la sexualidad, que deviene un "problema" que hay que tratar, que garantizan éxito, siempre y cuando la persona siga los pasos planificados. Se vive en la simulación de la entrega, en la apariencia del goce íntimo, en la creencia de la neutralidad de la información y en la convicción que el castigo es una buena vía para controlar la tentación incontrolable, especialmente en los jóvenes, a quienes se presume promiscuos, sin intimidad pudorosa y candorosa; pura extroversión, sin riqueza celosamente guardada, en suma, demonios controlados por apetitos desenfrenados.

Estos cartógrafos ignoran que la sexualidad no es un mapa que hay que estudiar, ni una estrategia que analizar, ni una técnica que dominar, sino una paciencia que hay que gozar, mientras se camina por el territorio, con extravíos y éxtasis, crepúsculos y amaneceres.

Estos cartógrafos de la sexualidad buscan convencer que los mapas son necesarios, cuando sólo son convenientes, si bien su uso ocasional puede ser extremadamente importante. Olvidan que la aventura de la exploración lúdica radica justamente en la posibilidad del extravío para conocer lo nuevo. No es la perfección del mapa, con sus detalles minuciosamente trabajados, los que salvan del peligro; sino las condiciones de los caminantes y las particularidades del territorio quienes ayudarán a sortear los peligros y a gozar del paisaje.

No es el conocimiento del mapa lo que da seguridad ante los peligros, sino la tranquilidad y el conocimiento de lo que uno es, lo que permite aventurarse por el territorio, atento a los riesgos, respetuoso de ellos, pero nunca ingenuo respecto a las fortalezas y debilidades. No es con temor que el SIDA debe ser encarado, sino con ternura y gran sensualidad. No podemos dejar que el mapa borre a la persona; no podemos negarle a cada cual la aventura de la búsqueda riesgosa, lo que no significa, bajo ningún sentido, no educar sobre las sorpresas de la geografía de la sexualidad. Educar no significa reprimir. Cada cual, en solidaridad con la persona amada, vivirá los misterios develados en el caminar por rutas vírgenes en la experiencia amorosa.

Simulación y realidad

La simulación de la sexualidad, dibujada en los mapas de aquella ciencia, técnica y moral, investidas de neutralidad, ajenas al vivir diario y paradojal, ha cobrado mucha fuerza, especialmente cultivando el temor. Para ellos, el SIDA, si bien es una pandemia que hay que atender rigurosamente, no deja de ser una bendición que ayuda a frenar el desenfreno sexual de hoy, lo que justifica la represión y el temor.

La simulación de la sexualidad ha convertido a su propia creación en la realidad. Para ellos, la sexualidad desapareció bajo el manto del mapa. Ya no hay territorio, sólo mapa. Se ha perdido el sentido común del pudor, del respeto, del cuidado. Se confunde información dialógica, con información represiva. No se informa para crecer, se informa para temer.

Pero la cuestión es más complicada, puesto que simular no es fingir: "Aquel que finge una enfermedad puede sencillamente meterse en cama y hacer creer que está enfermo. Aquel que simula una enfermedad aparenta tener algunos síntomas de ella". Así, pues, fingir deja intacto el principio de realidad: Hay una diferencia clara, sólo que enmascarada. Por su parte la simulación vuelve a cuestionar la diferencia de lo "verdadero" y de lo "falso", de lo "real" y de lo "imaginario". El que simula, ¿está o no está enfermo contando con que ostenta "verdaderos" síntomas? Objetivamente, no se le puede tratar ni como enfermo ni como no enfermo. La psicología y la medicina se detienen ahí, frente a una verdad de la enfermedad inencontrable en lo sucesivo (Baudrillard, 1987:12).

La mayoría de los programas de educación sexual son simulaciones de la realidad, que de tanto abstraer de las contingencias diarias, altera para siempre la sexualidad. La simulación logra detener el fluir del agua que busca el mar, pero la contiene sólo por un tiempo breve, pues al final se desborda arrasando al contenedor y causando perjuicios serios. Los daños ocasionados, que son consecuencias de la simulación, por la misma magia de la simulación se convierten en causas que explican la necesidad de la simulación.

Preocupación represora

El círculo se vuelve vicioso. La experiencia no educa, pues ha perdido su riqueza. El pasado deja de ser referente; sólo queda el futuro, visualizado como puro peligro. Como el pasado pierde fuerza evocadora, educativa, la sexualidad deja de ser una ocupación, para quedar reducida a nada más que preocupación. A los jóvenes se les niega el presente y se les pinta un futuro terrible para el que no podrán estar preparados, por más que lo intenten, a no ser que cumplan con lo que los cartógrafos de la sexualidad les indican. La preocupación sin actividad no tiene sentido y se vuelve represiva. No hay que confundir anticipación con preocupación, la anticipación permite soñar, prever, gozar por adelantado, en tanto que la preocupación nos inhibe del sueño y de la esperanza. La sexualidad es opción, no imposición de problemas diversos. La sexualidad no es un problema en sí; por el contrario, son algunas prácticas sexuales las que son convertidas en problemas.

Podemos decir que los seres humanos nos hemos extraviado de los caminos de la sexualidad inocente, sana, simple, pero no por culpa de un pecado original, sino por la excesiva racionalidad y temor que acompaña su práctica cotidiana.

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* El presente artículo fue extractado de la ponencia "Sexualidad y Paradojas" de Carlos Calvo Muñoz, profesor de la Universidad de La Serena de Chile, presentada en el Encuentro Regional sobre los avances de la Educación Sexual en América Latina y el Caribe" realizado en julio de 1993 en la ciudad de Santiago, publicado, por PAESMI: Programa de Acción y Educación en Salud Materno Infantil. Chile, 1993.

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